miércoles, 15 de junio de 2011

Bajo otra piel

Basta. Te digo basta.

Te pido, por favor,

que te fugues en una noche de otoño como cuando entraste.

Te pido, te lo piden mis sentidos,

que vayas a meterte en el inconciente,

ahí donde las formas se deforman

y el olvido, aún lleno de memoria, hace lo suyo.


Te pido, simplemente, que dejes de latir.

Que dejes de aparecerte en diez mil canciones,

que te vuelvas impalpable en ciertos y cientos lugares,

que me permitas cerrar los ojos

y no encontrar más que oscuridad.


Te pedí tantas veces,

y tantas vos me pediste que no te pidiera tanto,

que éste es un último pedido.

Te lo pido aunque me desangre,

te lo pide mi fiebre.

Que vayas a guardarte unos quinientos años

en el cajón de las porquerías,

que yo voy a intentar cerrar,

con llaves infinitas,

las imágenes que me desintegren

y a desintegrar el dolor de esa casa que es el alma,

por más resacas y desvelos

que fantasmas exijan pagar.


Te pido desarraigo,

extrañamiento,

exilio de mi cuerpo a otros cuerpos.

Que me permitas resistirme de escribirte a vos

para empezar a escribir sobre vos,

camuflada entre mil excusas para volverte.

Que sigas escribiéndote sola en otros cuentos,

que nunca te acabes,

que sé que algún día voy a volver a leerte

como a la pila de libros que tengo marcados a la mitad.


Que pervivas en otras bibliotecas

como una narración siempre inconclusa,

alimentando el cuerpo de tu ausencia

pero bajo otra piel.

Que la mía carece de anticuerpos

y el paso del tiempo

no hace más que dejarme al descubierto.


Yo mientras tanto voy a estar ahí,

en ese lugar

en ninguna parte

y en todas al mismo tiempo,

bien al sur,

amortizando la primera cuota

del pasaje del tren

que me lleve al centro de mí.

Hasta tocar fondo,

hasta el subsuelo de mi insomnio,

hasta el sótano de los pedazos perdidos,

hasta crecer alas,

asomar la cabeza,

salir a la superficie,

perderle rabia al sol,

metamorfosis de tus cenizas,

sacudirme de los escombros

y volver a ser.