jueves, 3 de marzo de 2011

Fuga de mis estados

Hace mucho que no escribo acá, no sé muy bien por qué pero hace tiempo que no me siento a poner en pie de tregua o de guerra mi cabeza con el papel. Y ahora que me decido a hacerlo, ahora que me despojo de argumentos, excusas y mentiras que justifiquen el quedarme quieto, inmóvil ante la hoja en blanco, hay algo que me lleva a escribir sobre los muertos. ¿Por qué? Por que sí, qué sé yo, no tengo la más puta idea. El soplo de un viento frío adentro, en fin, nada racional.

Tengo algunas preguntas de las que tiene todo el mundo, añejas pero actuales de a ratos. Voy a intentar ir de lo más abstracto o general a lo más conciso. ¿Qué son los muertos? Según considero, el escritor Casciari ha esbozado una suerte de línea pensadora acerca de las ideas que rondan en torno al concepto “futuro”. En ella dice algo así como que en realidad nuestros abuelos vendríamos a ser nosotros mismos en el futuro. Bueno, vuelvo a lo anterior. Pensando en ésta última idea, invento una reflexión que circula en mí y me pide salir de algún modo. Los muertos, pero en particular nuestros muertos, o nosotros en el futuro. Los muertos están, la muerte no es un viaje de ida, creo. Soy más ambicioso aún, es un viaje de vuelta, sin dudas. Los muertos no se van a ninguna parte. Y así viven. A veces permanecen en el aire, en olores, canciones, silencios.

¿Acaso hace falta dejar de respirar para estar muerto?

No sé para dónde va esto que estoy escribiendo, escribo sin brújula, disparo palabras analfabetas, pensamientos huérfanos; ensayo finales, el teclado se me caga de risa, el nudo duerme una siesta en una pieza dentro de mi cerebro cerrada con mil llaves que mis manos no pueden abrir. Elijo desertar.


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